Y nos vamos a la cama con la cabeza fresca, pretendiendo que
nada pasa afuera, debajo de las cobijas nos refugiamos y de pronto todo lo malo
desaparece al cerrar los ojos. Es por nuestra salud mental así como lo es
justificar los males, que no son nuestra culpa, que están muy lejos a miles de kilómetros
y no hay nada que pueda hacer. No tengo el dinero y no tengo recursos para
lograr algo, me escondo tras el
sentimiento de no hacer nada malo a los demás, incluso a lo que no apoyo, pero
sé que no es suficiente y es omisión.
Voy de nuevo a mi cama conmocionado por
darme cuenta cuanto odio hay en el mundo, sé que es algo inherente al humano
pero hablo de aquel que es capaz de llevar a cabo el hacer daño a otros solo porque
su voluntad se lo dicta.